Creo que cuando nos conocimos nunca imaginamos los momentos tan felices que Dios nos regalaría. Llegar a una iglesia que nos ha acogido con tanto amor, es lo que nos lleva a pensar que Dios va realmente guiando nuestros pasos. Ahora con la llegada de nuestra hija, los sueños se hacen realidad al ver su rostro y descubrir en él el amor nuevamente de Dios hacía nosotros.